sábado, 12 de mayo de 2012

¡¡¡ONDA!!!

En Nazaré, un pequeño pueblo pesquero portugués a 70 millas al norte de Lisboa, donde un cañón submarino de unos mil metros de profundidad llega casi hasta la costa, se forman estas olas gigantes, espectaculares.
Pero más espectacular es ver a este surfista montando una de ellas.
McNamara surfeó con éxito, según los miembros de su grupo y luego oficialmente, la ola más grande jamás surfeada durante una sesión de Tow-Surf frente a la costa de Nazaré.
La cara de la ola medida "alrededor de 90 pies", (30 mts.) según un comunicado de prensa anunciando la hazaña.
 No me imagino la sensación de ver venir semejante masa de agua desde la superficie, derrumbándose sobre ti. Sólo de pensarlo se me caen los pantalones a los tobillos…

Curiosamente Nazaré es famosa por las coloridas y peculiares embarcaciones de los pescadores que faenan desde la playa, aunque supongo que no en esas condiciones…

sábado, 5 de mayo de 2012

POR FIN ZARPAR

Tres semanas pendiente de la meteorología hasta que por fin, el pasado martes hubo una ventana meteorológica, entre dos frentes, que nos permitió zarpar del puerto de Sada para dirigirnos a Getxo, a unas 255 millas de distancia. No era la predicción ideal, pero una vez más era la menos mala.
Esta vez se trataba de llevar a un amigo, bueno, al barco de un amigo (pues los barcos de mis amigos son mis amigos), acompañado de sus nuevos armadores y, de nuevo, del eficiente Bruno.
El “Nabucco III” es un magnífico Oceanis 40, extraordinariamente equipado, en el que pudimos hacer la travesía con toda comodidad.
Casi siempre el Cantábrico me ha tratado bien, pero a decir verdad tampoco casi nunca le he provocado.
El parte meteorológico se cumplió al pie de la letra en la primera parte de la travesía, hasta pasar el cabo de Estaca de Bares. No tanto a partir de ahí, pues se preveían vientos del Este al entrar en el Cantábrico, pero que rolarían rápidamente al Sur o SE, solamente permaneciendo del Este lejos de la costa. Pero no fue del todo así.

Así que el pasado martes, por la mañana, zarpamos del puerto de Sada.
Día ventoso con viento del S – SW de fuerza 5–6, marejada a fuerte marejada y nubes oscuras con amenaza de chubascos.
Salimos de la Ría solamente con el génova, con un viento medio de unos 25 nudos, navegando en popa, hasta que trasluchamos, una vez que nos daba para pasar Cabo Prior amurados a estribor. Entonces desplegamos también ¾ de la vela mayor, con lo que navegábamos a 8-9 nudos de velocidad con algún planeo de 11.
El barco iba con sus tanques de agua y gas oil a tope, por lo que le costaba un poco arrancarse a planear y decidimos vaciar ¾ de uno de los depósitos de agua, que realmente no necesitábamos, con el fin de aligerarlo un poco.
Debido a la marejada y al viento de popa timoneamos a mano hasta pasada Punta Candelaria, al Norte de la Ría de Cedeira, en lo que supuso la parte de mayor disfrute de la travesía. A partir de ahí, el viento fue amainando y con él la mar, navegando bajo los imponentes acantilados de la Sierra de la Capelada, donde se encuentra San Andrés de Teixido, con unos 15 nudos de viento y rachas puntuales de 19.
Al doblar Cabo Ortegal cazamos velas para navegar de través hacia el Cabo de Estaca de Bares. Fuertes chubascos nos rodeaban y se veían cruzar por popa y por proa, pero a nosotros apenas nos alcanzaron algunas gotas.
A partir de Estaca de Bares el viento roló al Este, como estaba previsto, obligándonos a recoger el génova, manteniendo toda la mayor y encender el motor.
Supuestamente, si navegábamos cerca de la costa cantábrica el viento volvería a rolar hacia el Sur a primera hora de la noche, pero no fue así.
El cielo variaba su luz con bonitos claro-oscuros hasta que anocheció y durante la noche se fue despejando mostrando una tímida luna que acabó ocultándose por nuestra estela.
Después de cenar nos organizamos en dos guardias de tres horas y la noche pasó sin novedades. Amaneció a la altura de Cabo Peñas en la costa asturiana, con la mar tranquila y una brisa floja que llegó a desaparecer por completo al medio día, y así, tranquilamente, transcurrió también la mañana, con las impresionantes cumbres nevadas de los Picos de Europa como telón de fondo, cuya imagen nos acompañó hasta dejar atrás Cantabria, ya la siguiente noche. Parecía que navegásemos en aguas de Alaska o del norte de Escocia.
Tras una agradable comida en cubierta el viento fue arreciando paulatinamente de la proa, con lo que iba aumentando también la mar del viento, dando lugar a algún pequeño pantocazo y obligándonos a variar ligeramente el rumbo hacia tierra para mantener la vela mayor llena y ayudarnos en el avance, lo que nos llevó a pasar muy muy cerca de Cabo Mayor, frente a Santander.
Antes pasamos junto a tres grandes torres que salían del medio del mar como estiletes y que no estaban ahí la última vez que navegué por estas aguas. Al parecer se trataba de torres para el aprovechamiento de energía de las mareas.
Un poco antes de Cabo Mayor el viento nos fue recogiendo para permitirnos pasar justos y prolongar el bordo, frente a la entrada de la Ría de Santander, buscando la protección de tierra de Cabo Quintres y Cabo Ajo, que doblamos después de la puesta de sol.
El viento siguió recogiéndonos casi hasta permitirnos librar Cabo Ajo de la misma bordada, pero finalmente hubo que dar un repiquete para librar el cabo. Volvimos a virar, para dejar los Cabos Ajo y Quejo amurados a babor.
Cenamos un par de pizzas recién saliditas del horno y el viento por fin roló al SSE, aunque ya tarde, con lo que el siguiente bordo, amurados a estribor, nos permitió poner rumbo directo a la entrada de la ría de Bilbao y tras ir dejando por la aleta de estribor Santoña, Laredo y Castro llegamos al puerto de Bilbao a las tres de la madrugada del jueves.
Algo más tarde amarrábamos ya al “Nabucco III” en su nueva plaza del Puerto Deportivo de Getxo, donde nos esperaban unos amigos del armador.
Después de recoger, el armador nos acercó hasta la Estación de autobuses de Bilbao, desde donde a las seis salía nuestro bus que nos traería de vuelta a casa.
Como siempre, lo más pesado de estas travesías es la vuelta, pero mereció la pena. Lástima de ese persistente viento del Este por la cornisa cantábrica que no acabó de irse al Sur hasta el final, pero la travesía resultó cómoda y agradable que, dadas las condiciones que llevamos sufriendo desde hace un mes, está muy bien.